El siguiente poema está recopilado en un libro titulado Esta tarde llegando la noche y es una edición de la Casa de las Amércas, lo interesante de este poema es que es un tributo al Siglo de las Luces, una gran obra del escritor cubano, Alejo Carpentier. Neta, si pueden leer el libro de poemas de Luis Lorentte y sobre todo a Alejo Carpentier, no duden en hacerlo, de Carpentier les recomiendo La Consagración de la Primavera y, por supuesto, El Siglo de las Luces.
Yo vi cómo los años caían una noche *
I
Yo vi cómo los años caían una noche
sobre ti, sobre mí, sobre los techos
que fulminan las aguas, sin precaución,
sobre la faz del breve mundo nuestro.
Sentados a la mesa deliramos
entre habituales muestras de consuelo
y rasgos permanentes de un paisaje
que tiene para colmo su música de fondo.
Yo no me siento preso, ni como tú en un cráter.
Aunque ya no respire, es cierto, permanezco,
¿qué habrán hecho conmigo y de mí tantos perros?
No me preguntes. Mira. Nos faltan ya los brazos
y el desencanto fue invadiendo estos cuerpos
de un verde pesaroso.
El tiempo hizo contigo y de mí una idea
que cuando cae la noche sola se desvanece.
II
Pero yo sigo siempre detrás de tus sandalias
como ese silencio que nunca vencido
recorre la noche entre fuegos fatuos
y se disemina o se vuelve eterno
o acoge la forma que tiene la rosa
cuando la abondona marzo airadamente.
Las mismas palabras dicen que no en balde
escuchas estos promenores del sillón
la llave, la persinana, un eco:
soles antiquísimos que hicieron de ti
lo irreconnocible, la mujer envuelta en negros vestidos
que no tiene dónde ponerse el sombrero.
Nada para mí como ver los días
y añorar y darme nunca por vencido
aunque se proclame el fin de esta guerra
donde no se sabe cómo, cerca o lejos,
mi rostro coincide con el de un mendigo.
III
He leído los libros y en ninguno tu nombre.
Todos dicen lo mismo,
que las noches son tenues como ya fueron antes
cuando comparecías frente al viento
y los platos de rodajas de piña
y de arroz con marsicos y vermouth de Bulgaria.
El otoño que existe se ha instaurado en el piano,
donde escuálidas sombras blanquearán tus mejillas
predilectas de Dios
y de aquel a quien siempre inspiraste retratos
cuando el sol te cerraba los párpados.
Como ayer es domingo otra vez en tu casa
y las luces declinan por el paso del tiempo,
insinuante fantasme que te deja despierta,
caminando sin rumbo, hasta ver que han echado
en la puerta una esquela que dice:
"Víctor Hughes, comerciante"
* Esta Tarde llegando la noche
Luis Lorente
Casa de las Américas
2004
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